jueves, 26 de agosto de 2010

Si somos más de uno...


Tomas aire, respiras rápidamente, rompes la inmensa tempestad que está frente a ti. Quieres escapar. Es sumamente difícil querer y poder salir de ella.
Pero te he visto hacerlo, ya muchas veces. ¿Quieres un empujoncito? Te ayudo, sabes que estoy cuando lo necesites, ¿pero de qué me sirve a mí ayudarte?
Mi corazón se ensancha al verte caminar libre por un campo de margaritas, el sol toca fielmente tu piel, sabes que te hace bien; debes regresar al abismo incondicional.
Hacemos una composición con los sonidos de los insectos que entran por las ventadas de los ojos del gran árbol.
Nieve marrón tapa el sol, que ya no es el gran astro; es más bien un poco parecido a una copa del mejor vino.
¿Esperemos un poco más? No lograremos irnos pronto, este es nuestro trabajo, el mejor pagado, en el que nunca descansas.
Trabajo y trabajo cada día, para poder verte sonreír. Eso si es bueno, cuando llego a casa y nos observamos como tontos, mientras nuestras cabezas están en otro lado.
Mis lágrimas rozan las tuyas, las palabras se comen a otras para lograr derramar un libro.
Si pudiéramos tomar aquel libro y llevarlo allá, nadie nos creería. ¿Sabes que allí los árboles tienen pequeñas hojas y la mayoría son con matices verdes?, ¿O que las rocas son duras y llueve en invierno? Lo sé, es muy diferente, pero no te dejes llevar por esos prejuicios, no son tan malos.
Te prometo que para cuando tengamos vacaciones podremos asistir a uno de los grandes conciertos de aquel lugar, en su norte se puede apreciar un inmenso arco iris en la oscuridad. Ese mismo que soñaste hace unos días, ya vez, te amo, y lo hice para ti.
No me mires así, aquí los sueños siempre se hacen realidad.
Sigues allí parado, las flores han dejado de ser amarillas, desde lejos ha venido el color rojo, el azul, el verde, el violeta. Te tomo de la mano para llegar a su encuentro.
Los matices se hacen nada cuando tocan tu cuerpo. Gritas, lloras; sigue haciéndolo, que podremos lograr que hayan truenos en un lugar muy parecido a este; ¿Alguna vez has escuchado de un planeta llamado Tierra?

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¿Por qué sólo existe un Dios?, si fuéramos más exigentes, pretenderíamos que aquel ser omnipotente fueran dos.
Los problemas de la vida cotidiana no se solucionan solo con uno, siempre habrá alguien para apoyar y para que te apoye.

María Isabel Oyaneder
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Debido a que se me ocurrió este escrito, no lo sé.
Me gustaría expresar miles de cosas, pero cuesta tanto. Estos días han sido extraños, como siempre llegan las decepciones, pero como siempre digo, eso ayuda a escribir e inspirarse.
Me gustaría que el tiempo pasara para poder ver muchas cosas resueltas y otras olvidadas.

jueves, 19 de agosto de 2010

En el centro de Santiago.




Te pusiste adelante de esa pintura. Habían cuerdas rojas a su alrededor, como si fuera lo mejor del mundo y de oro, sí de oro puro. No sabías que opinar de ella, nunca habías entendido la idea de el arte contemporáneo. Incluso te costaba interpretar que dicen los cuadros de la época romántica. Qué hablar del impresionismo, sus colores y los rayos del sol no te impresionaban lo bastante.
Todos estos pensamientos llegaban a ti mientras seguías parado allí, sin sentir ni un leve sentimiento de angustia, de felicidad; solo aburrimiento.
Te encontrabas en una enorme sala de arte, estaba muy en boga ir a este lugar. Sabías que todos tus amigos habían ido y comentaban cada detalle, tal cual como una película, formaban historias; había un personaje principal, el antagonista, los secundarios, hasta la mascota se aparecía en sus relatos.
Te interesó ir, pero no es lo que pensabas.
Las personas siguen paseándose por detrás de ti, observan las pinturas y comentan entre ellas. Ponen cara como si estuvieran pensando. El caballero rubio que está junto a ti, susurra cosas inconexas; ¿qué hace?, ¿trata de interpretar una obra que a él nunca se le ocurrió?
Sabiendo que sólo el artista sabe realmente lo que trató de decir. Más allá hay una mujer, delgada, de pelo largo y rojo, tiene un aire de bohemio, a estado una hora mirando una obra, no ha dicho nada. Quizás ella sepa lo que dice el autor, pero de un momento a otro ella se da vuelta y se marcha del lugar, es extraño.
Sigues delante de la obra, te cuesta describirla en tu cabeza.
La sala sigue iluminada con grandes lámparas blancas, las paredes claras, te hacen parecer un punto negro en medio de ese mundo del arte.
Pasas al otro cuadro, no puedes creerlo, este menos se entiende, sientes rabia por dentro, haber perdido tu tiempo al haber venido acá, fue una estupidez.
Pasas la mano izquierda por tu cabello, te aburriste. La gente sigue pasando por detrás de ti, como tienen vida para seguir allí.
Te das la vuelta, te encuentras con una muchacha de estatura media, de pelo negro y corto, sus ojos marrones claros se toparon con los tuyos.
Primera vez que crees haber visto una verdadera obra de arte, tartamudeas. El autor de ella debió ser un dios.


Luego te das cuenta porqué tus amistades tenían tantas historias que contar, después de haber ido a una muestra de pinturas abstractas en el centro de Santiago.



María Isabel Oyaneder

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Empezé a escribir el cuento y supe de inmediato el final, es perfecto. Hacía mucho que no me pasaba esto, así que estoy felíz. Esta semana, después de todo a sido muy buena.

Y a las personas que por algún motivo estén tristes, les mando todo mi cariño. =D


Un aviso, mi hermano Javier Oyaneder tiene el don de crear poesía y cuentos, al igual que yo, publica sus cosas en un blog. http://vainillaconcafe.blogspot.com/ Espero que se pasen^^

Eso es todo por hoy.

Que Dios los vendiga y gracias por leerme.


sábado, 14 de agosto de 2010

Como un soñador

Y la dejó, él no la quiso más.
Ella tomó una flor del jardín, era verde, hermoso, con claveles amarillos, rosas rosadas. Una aveja se posaba en una de aquellas y la miraba de lejos, no le gusta ver llorar a una mujer tan hermosa.
El sol pegaba fuerte en el rostro de ella, aunque los colores no siempre estuvieran en esas páginas, ella sabía que los rayos del gran astro eran amarillos. Una vez lo soñó, nunca supo cómo, ya que hasta los sueños son en blanco y negro.
Una melodía se escuchaba de lejos, una canción que hacía mucho que no escuchaba.
Ahora lo recuerda, cuando lo conoció, desde una altura elevada, él la miraba desde lejos, tan lejos que nunca supo de que color eran sus ojos.
Ahora no quiere acordarse de eso, le dan aún más ganas de llorar, pero se sigue escuchando La mitad lejana.
En ese tiempo, él era un joven enamorado de una ideología política, ella sabía que el hombre salía temprano y volvía tarde por la noche por quedarse a hacer murales. Lo había escuchado comentarlo con un amigo.
El muchacho tenía muchos amigos, pocas amigas. Ella estaba segura que él alguna vez la miraría de la misma forma que ella lo hacía. Pero a él poco le importaba. Seguía con sus sueños de artista, usaba un delantal ya tan manchado, que los colores representaban agonía.
La típica agonía de un soñador.
Ella sigue soñando con los colores que nunca tendría y la aveja sigue zumbando cerca de ella.
Ahora ella se pasea por ese jardín, del que nunca saldría. Porque después de todo, cuesta tanto llamar a un hombre de carne y hueso mientras eres su dibujo inconcluso en un cuaderno que ya dejó hace años.

María Oyaneder
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me gustó sumamente el escrito, les juro que tengo el dibujo en mi mente de la mujer que se enamora del dibujante. Creo que lo dibujaré....quizás.
Muchas gracias por leer lo que escribo, eso es lo que se necesita por parte de un creador, que contemplen tu obra.

lunes, 2 de agosto de 2010

Y solo..fue así

Me costó un mundo decir lo que dije, me molestó que me miraras así y tuve miedo de que me golpearas. Después de todo te estaba dejando, ya no quería verte, pero tu no entendías.
No esperé tu respuesta y di la media vuelta, seguí caminando y no me llamaste. Luego de 10 minutos recorriendo el corto trecho que tenía esa cuadra, miré hacia atrás, ya no estabas, ni un adiós. Luego lo pensé mejor, no debería haber dicho eso, un poco más de táctica, pero ya sabías que yo no soy de esos que dice bien lo que piensa, solo tiro las cosas y no pienso mucho. Y me cuesta, te lo recuerdo, soy extraño.
Seguí caminando, la noche estaba llegando, y tu rostro ya no estaba en mi mente, es raro, no recuerdo nada de lo que pasó hace una hora. Me gusta caminar, sentir que es el único logro que jamás he tenido, mis pies se mueven maquinalmente y no me canso.
Las estrellas adornan el cielo azul, se fue hace mucho el sol, nunca me ha gustado la noche. Es tan triste, se termina todo para luego comenzar de nuevo.
Pero esta noche es diferente, esas pequeñitas lucecitas me saludan mientras tarareo una melodía que acabo de inventar. Los gatos despiertan y acompañan a pájaros nocturnos en sus paseos diarios, me saludan y maúllan tratando de seguir mi canción. Les sonrio, esto es nuevo.
Los árboles se han dejado de mecer con el viento y esperan como un largo, un muy largo suspiro. Los acaricio y golpean al cielo con sus grandes brazos hasta que los calmo y dejan de ladrar.
Los planetas ya no son redondos, los veo de cerca, la luna se ha alejado para siempre de nuestra Tierra, y ya no quiere verme más. La despido con un beso y me dice que nunca más la veré, le respondo que ya no la necesito, ya tengo suficiente música como para sólo contemplarla a ella e inspirarme en sus brillantes ojos.
Sigo andando, un amigo mío pasa y me abraza, dice que nunca me ha visto así de contenta. Yo no le digo nada, sólo señalo el cielo, un paisaje completamente distinto del que nunca nadie ha visto.
No quiero que esto se acabe, así que sólo dejo que mis pies me lleven donde sea, danzan en remolinos y me dejo llevar. Las flores ya dejaron de sonreír, ahora ríen con todos y no paramos hasta el amanecer.
Creo que al fin y al cabo, fue una excelente idea dejarte ir, ahora deja ir a mi hogar y tratar de escribir todo lo que me pasó.

María Oyaneder


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Me siento diferente, incluso bien..algunas veces mal, ya me da lo mismo. Me gustó el cuento (si se le puede llamar así), lo irrealidad me encanta y ya no la puedo dejar ir. Me considero afortunada de poder expresarme así,.

No tengo ganas de hacer nada, sólo dedicarme a escuchar buena música, si le diera todo un día a eso, no me bastaría para saciar esta sed de melodías.