lunes, 1 de septiembre de 2014

Un día muy temprano



Aquel día me levanté muy temprano, con las primeras luces de la mañana, supe que todo sería muy diferente a lo que había sido ayer.
No comprendí que era lo diferente en mí, hasta que llegue al baño, donde me esperaba mi lavatorio blanco, con ese cepillo que sabía que debía cambiar hace un mes, un envoltorio de pasta de dientes tan apretado, que al mirarlo, cualquier extraño lo habría botado en el mismo acto. No me miré al espejo, porque siempre me ha parecido que esa parte de mí no era yo, sino una mujer que se parecía solo un poco a mí. Como si hubiese llegado de un largo viaje de 8 horas, no, en realidad de solo 5 horas. Bien se sabe lo que cuesta dormirse esas noches de finales de invierno. Con tanta televisión e internet, que no me llevan a ninguna parte, solo a tener un insomnio gigante. Y me senté en la tapa del baño, no es que quiera contar todo lo que hice ese día, pero me parece interesante relatar que estuve en mi “santuario”.
 Entonces ahí sentada, pensando en lo que me vendría en el día, muchas conversaciones sin palabras y mucho blablá sin sentido. Que me tenía que apurar, que llegaría tarde a clases, que mi gato me castigaría por aun no darle comida y dios, las largas filas del metro me esperaban otro día más.
Me levanté, y me quité el pijama que según yo, debía cambiarlo por algo más atrevido, pero me encanta esa “cosa” que me acomoda tanto en mi cuerpo que no tiene grandes dimensiones ni es tan delgado, pero que va, el pijama es el pijama, no es un vestido de fiesta.
Y di la llave del agua caliente,  esperé que se llenara de vapor el recinto y me metí en la ducha. Siempre me gustó el agua hirviendo en mi cuerpo, la primera mojada, siempre es la que más disfruto, aunque solo dure unos segundos, donde mi cabello se humedece tan tranquilo y campante. En esto estaba cuando, siento que mis brazos pesan mucho más de lo que pesan siempre, comencé a rascarme los brazos, tan fuerte que llegué a llorar, pero no pasaba esa incomodidad. Sangre, pensé que era sangre, pero no, solo era un líquido rosa y violeta, y un poco de azul y luego amarillo. De mis poros comenzaron a salir vapores que se mezclaron con los del líquido transparente. Muy asustada con lo que le pasaba a mi cuerpo, cerré la llave  del agua caliente y tomé la toalla roja para secarme rápidamente.
Sequé mi reflejo del espejo con papel higiénico, y vi horrorizada como de mis brazos comenzaban a brotar plumas rojas, azules, amarillas, anaranjadas, eran tantos los colores que dejé de contarlos cuando ya no pude notar mis dedos. Me toqué la cara con mis nuevas alas, mis ojos eran los de siempre, al igual que mi nariz y mi boca. Mi rostro no había sufrido ningún trastorno, así que respiré tranquila. Salí del cuarto de baño y mi gato amarillo me esperaba afuera, me observó atento los ojos y sonrió.
Esperen, ¿sonrió? No puede ser, él es un gato común y silvestre, muy “quiltro” muy de la calle, quizás allí aprendió a hacerlo. No me quedó más alternativa que ir a servirle un poco de su comida con olor a pescado. Lo miré con un poco de odio cuando se agachó a saborear su alimento. Yo que tenía que ir a vestirme, ya moría de hambre. Así que opté por ir a mi habitación y sacar la ropa que más me serviría para ponérmela encima de las alas. Pero todo parecía muy apretado, al final de una hora pude hacer “entrar” un vestido negro a mi pequeño cuerpo, en comparación a las alas multicolor.
Miré el reloj y ya era demasiado tarde para ir a la universidad, me daba mucha pena llegar dos horas atrasadas y mucha vergüenza de lo que diría la gente al mirar mis alas nuevas. Me observé en el espejo y me di cuenta que con aquel vestido negro y mis hermosas alas (ya me estaba acostumbrando a ellas). Mi cabello era un caos, no tenía nada de creativo, no parecía ave, no era nada, quizás podría ser un nido, pero yo aún no quería tener hijos. Me fui a peinar como pude.
Abrí la puerta de mi casa, tenía que dejar entrar el aire, me sentía ahogada en el perfume de humana que estaba dejando atrás. Mientras mi gato trataba de atrapar mis pies y mis alas, yo le gritaba improperios. No quise que tocara mis hermosos brazos, así que lo expulsé por la puerta y pensé que nunca más lo vería. Le comencé a tener un odio irracional.
No supe que salí de mi casa hasta que cruzaba la calle que tenía enfrente y sentía que las pocas personas que estaban fuera, me miraban y decían cosas en voz alta. Poco a poco les dejé de prestar atención, no les entendía una palabra y eso comenzaba a dolerme en el pecho de humana.  Observé la cordillera de los Andes, estaba un poco nevada, y supe que me gustaría estar en lo alto, aunque me faltaba mucho para poder volar.  Eran las 11 de la mañana del primero de Septiembre y luego de la lluvia, comenzaba a correr el raco. El aire cálido me mecía y me llamaba a seguirlo, pero yo aun con los pies clavados en el sucio cemento, me quedé parada, sintiendo como mis plumas sufrían una especie de “carne de gallina”. Ya sabes, esa sensación tan extraña, cuando algo te emociona y se erizan los pelos de la piel, pero en mi caso, eran las plumas las que se reían. 
Anduve deambulando gran parte de las siguientes dos horas por las calles de mi población, viendo como los perros se asustaban al verme y ladraban. Los gatos me miraban con odio y con ganas de cazarme y las aves se avisaban de que algo muy extraño pasaba con una joven de 20 años. Gritaban que su nombre era Lucía, que no fue a estudiar ese día, que vivía sola con su gato y que su madre la estaba llamando desesperada al celular. 
Si, llegué a entenderles el canto a los pájaros, y me maravillé de ello, aunque no quise abrir mi boca para contestarles, para decirles que le avisen a mi madre que estoy bien.  Eran las dos de la tarde, mi estómago de canario pedía alimento. No juzgué mucho y recogí unas migas de galleta de vino que había en la salida de un jardín infantil. Lo saboree con ganas y sonreí.
Pasaban los minutos y las horas, y mi cuerpo comenzó a sufrir otra transformación, porque mis piernas se volvieron palos, y tuve miedo de perder el equilibrio. Así que me senté al lado de un árbol muy grande, y descansé. Estaba cálido, y el aire era pacífico en aquel lugar. No supe que de mi parte posterior salían más plumas, solo porque seguía sentada allí. Hasta que un perro de la calle me dijo que un gato amarillo le había dicho que me levantara, que según él, podía atacarlo cualquier otro felino. Le agradecí, porque supuse que era mi gato regalón, al que eché de mi casa con tanto odio. Me paré y mi cuerpo ya no se levantaba como antes, estaba inclinado y me costaba estar derecha. Toqué con mis alas atrás y pude notar que tenía cola. Me fui corriendo al reflejo de un charco que había dejado la lluvia de anoche y vi que mis plumas de atrás eran de muchos colores y me maravillé de mi hermosura.  Aún tenía la estatura de 1,60, y me escondí en medio de dos autos, tuve terror que las vecinas me miraran y me tomaran fotografías. No sabía si me reconocerían, aún tenía la cara una joven de 20 años. Y esperé.
Esperé hasta que dieron las 5 de la tarde, y el picor de la cara me anunciaba que se estaba despidiendo de mí, quise ver como ocurría mi nueva transformación, así que me miré en la ventaba del auto que tenía al lado derecho.
Fue lo más impresionante que pude haber presenciado en mi vida; mis ojos oscuros y ovalados se volvieron mucho más redondos, y con una gran pupila. Mi nariz y mi boca se unieron en un espectacular cono y el pico apareció. Mis oídos desaparecieron para ser parte de mi plumaje negro y con pequeños matices de los colores de mis alas. Como es de esperarse, todo mi rostro se puso de un color negro y compuesto de pequeñas plumas. Una corazonada llegó a mí y entendí que en unos minutos más iba a comenzar a empequeñecerme.
Todo fue muy grande, los autos de los costados fueron como grandes edificios y por primera vez en ese día, supe que nunca más volvería a ser una persona. Antes pensaba que solo era un sueño. Pero todo era tan real.
Así que mis alas empezaron a moverse lentamente y mi cuerpo se elevó. Todo parecía más lento que la realidad, el aire era más sucio de lo que siempre pensé y me apené de ser un ave.  Me fui a un árbol y me topé con mi gato amarillo, sus ojos eran grandes y aunque él no quiso atacarme, porque sabía quién era yo, su instinto se lo impedía y me expulsó del árbol. Qué ironía.
Volé rápidamente para encontrarme con más pájaros en otro árbol, pero este tenía flores y me llamaba a sentarme y oler todo su aroma. Las demás aves me dieron una bienvenida y me sentí tranquila, les dije que alguien debía avisarle a mi madre que estaba bien y me contaron que ya le avisaron. Y que aunque lloró un momento, dijo que me esperaría cada mañana para darme un poco de alimento.  Se me llenaron los ojos de lágrimas, mi mamá siempre ha sido una persona muy dulce y le retribuiría con hermosos cantos cada mañana y atardecer.
Me contaron que eso le gustaba mucho a ella, porque ellos lo hacían cada mañana para despertarla.  No supe que decir, y me fui a “pasear” por mi población.
Y me acerqué a la ventana del joven que siempre había llamado mi atención, todos decían que era escritor o pintor, nunca lo supe. Nadie me culparía si lo espiaba un segundo. No me reconocería porque estaba segura que nunca me había visto en su vida. Ni cuando nos topábamos en la esquina para comprar pan, ni ningún momento. Me senté fuera de su ventana,  su habitación era blanca y celeste. Y comencé a cantar, no supe porque ni cómo. Solo canté, canté tanto que él me miró, y sonrió.
Abrió la ventana y acercó su mano, yo, asustada me alejé, tuve tanto miedo.
Se sentó en su escritorio y comenzó a escribir rápidamente, eran las 8 de la noche y yo aún ahí parada lo observada atentamente, como su cabello se movía lentamente con el viento que entraba por su ventana, sus ojos pasaban por donde recorría un lápiz de tinta negra, sus manos se manchaban con negro, y su respiración era agitada. De vez en cuando su vista se desviaba a mí y volvía a su cuaderno.

Eran las 10 de la noche de aquel primero de Septiembre, faltaban  20 días para la llegada de la primavera y la temperatura era agradable. El joven de cabello rizado, terminó  de escribir mi historia, dejó el lápiz a un lado y me miró por la ventana. Me dio unas migas de pan y yo volé hacia donde estaba él, y le canté una canción que me enseñó mi mamá cuando yo cumplía 5 años de edad. 


_______________________________________________________________________________

Volvi al blog, lo tenía super botado y me di cuenta que sirven muchas cosas de las que escribí. 
Espero que vuelvan a leerme. Gracias por pasarse.

viernes, 14 de marzo de 2014

Y me llamaron



Mi cabeza piensa tantas cosas, son tantas inquietudes que ya no se que hacer, pienso que podría caminar, o salir corriendo. Pero no, nunca hago nada. Porque está en mi naturaleza, ser un nada. 
Cuando me preguntaron qué quería ser al crecer, debí escoger ser SOMBRA. Porque de algún modo ser sombra es una profesión como la de Robin, o el ayudante de alguien, que se yo.
Un compañerito de clases, le dijo al profesor, que deseaba ser AIRE. Yo me reí por lo bajo, con lo difícil que es ser RESPIRACIÓN. 
El aire es mucho más complicado, debe estar corriendo de aquí para acá, no descansas nunca. Día de descanso, es cuando se acabe el mundo, que creo que nunca pasará. Ya han habido bastantes simulacros, luego de tantos siglos, Dios debe ser muy poco ocurrente de querer terminar así como así, una pega que tanto le ha costado.
Ya sabemos, los hombres pueden ser unos bastardos, que siempre están haciéndose la guerra. Con decir que incluso no saben a quién creerle, la fe, que ellos mismos inventaron, ha sido para crear conflicto con todo. Que con el agua, con el sol, la tierra, los bosques. No se dan cuenta que eso son simples objetos que puso Dios para que supieran ocuparlos y valorarlos. 
No es que sean tan malos, en realidad tienen muchas cosas con las que nosotros hemos querido tener durante siglos. Están esas cualidades, esos signos, ser bellos. Aunque en eso, los cánones que han impuesto para ellos mismos dejan bastante que desear. 
Como, tener emociones y poder proyectarlas y tocarlas. 
Yo, por ejemplo, la única que vez que me han abrazado fue cuando nací. En cambio ahora soy yo el que debe hacerlo. Si, debí elegir bien mi profesión. No se vale, ahora entiendo que los humanos se demoren tanto en escoger en que serán para toda su vida. 
En cambio, nací y fui a una pequeña escuelita, aunque éramos muchos, 500 parece, no me acuerdo, fue hace tanto tiempo. 
La compañerita que  estaba sentada al frente mío era muy inquieta, como un colibrí. De inmediato fue la primera del curso. Alguna que otra vez me he topado con ella. AMOR, y ese fue su nombre. Aunque me cae muy bien, nunca puedo llegar cuando está ella. O casi nunca. 
Hoy me he levantado queriendo trabajar, veo a mí alrededor y busco a algún humano que desee cooperar con mi pega. 
Camino tranquilo por el Ciudad de México, bajo hacia Rio de Janeiro y miro al costado derecho, al final, ya, voy a Chile. Paso por el norte de aquel país, y llego a la capital, Santiago. Comienzo a saltar por los edificios, y veo que en una plaza escondida, hay un hombre, no hombre, un joven, que no tendrá más de 20 años. Está solo, parece abatido, logro atisbar de lejos a mi compañerita AMOR, se aleja de él con algo de pena. Ella trata de sonreírme, pero yo no lo puedo hacer. La cara del joven me deja mal, una chica está doblando la esquina de una calle cercana y me doy cuenta que es por ella que el rostro de este joven llora. No, ni siquiera llora, es algo mucho más profundo. 
De todos mis años con este trabajo, se me había olvidado lo que es sentir pena, y si, ahí viene PENA, se quiere sentar al lado del humano. Yo, voy corriendo, no quiero que se quede ahí. Antes de que llegue a tocarlo en los hombros, lo empujo de un manotazo. Y me siento ahí. 
Y de entre mis manos, nace una idea, es brillante y tan brillante que es posible iluminar la noche que se avecina. La miro y ella es como un bebé, la abrazo, ahora si me acorde de cómo se podía abrazar.
Y la coloco suavemente en la mente de este joven. 

Se le ilumina la cara, sus ojos son salvajes y con esto reconozco que si acerté cuando elegí esta profesión. Y me llamaron CREATIVIDAD 


_______________________________________________________________________

Hace tanto que no pasaba por este blog, lo he tenido muy botado. Lo siento
Pero hoy quise escribir nuevamente aquí.
Al parecer que al llegar a la "adultez" nos quita mucho de esto..de creatividad.

Gracias por leerme.





































































martes, 25 de octubre de 2011

Un Gran hombre


Un gran hombre se sentó fuera de su casa mirando como caían las hojas de otoño.
Se quitó su gorro para poder sentir el viento que peinaba sus cabellos canosos, hace algún tiempo los días no eran tan largos, parecían años desde su ventana. Habría alcanzado recorrer gran parte del mundo, con todo el tiempo perdido o quizás ganado, sentado allí.
Alguna vez lo vi con aquellos ojos tristes, pero que sonreían con el, cuando había una buena oportunidad o un gran chiste.
Sobre todo, su sentido del humor nunca había cambiado y seguía en su mente, corriendo entre los grandes edificios azules.
Aquel día seguía su instinto y se dejó llevar con el viento, era muy temprano para mirar atrás y demasiado tarde como para quedarse quieto un segundo más.
Tomó sus alas envejecidas, y lo vi. Desde mi ventana, volando como una hoja seca en el árbol de la vida.


María Oyaneder

____________________________________________________________


Gracias a las grandes cicatrices que quedan en la piel, gracias a las penas y alegrías que llegan luego de un año que no se quiere ir aun, es que puedo seguir escribiendo, volver para no dejarme estar, no trato de complacer a nadie más que a mi y eso lo tengo que tener en claro.

Que la justicia se haga cargo de los pecadores, que hacen llorar al pobre, desamparado en su casa de lucha y tristeza.

Gracias por leer esto y aquello.

Gracias por estar allí siempre.

Gracias por hacerme dar cuenta que algunas cosas no valen.

Gracias por todo.

martes, 2 de agosto de 2011

Las gentes.

Un montón de gentes corriendo por una calle sin salida. Las gentes seguían a no se quien y yo sin hacer nada, mirando desde mi ventada, sonriendo.
Las gentes se amontonan frente a mi edificio, me piden ayuda y yo no se la pienso dar, es una pérdida de tiempo, de ganas, de seguir viviendo plácidamente en mi sillón acolchonado.
Me retiro de la ventada y sigo escuchando a las gentes gritar, correr. Me gustaría poder callarlos, solo porque ya no aguanto su bulla.
Prendo la televisión, de nuevo están las gentes; ¿que no me dejan en paz? Cierro los ojos y tapo mis oídos, estoy en mi propio mundo y claro, ya no siento nada. Pero sigo respirando y huelo humedad, el frío se apodera de mis pulmones. Que extraño, la chimenea está encendida y todo es tan tranquilo en mi habitación. Abro los ojos y me desespero, creo que no podré escapar tan fácilmente, las gentes comienzan a pegarle a mi edificio. Gritan consignas que me provocan náuseas, mi estómago está a punto de estallar, quiero salir corriendo. La pregunta es adonde, porque siento que están en todos lados, en mi sillón hay un niño hambriento, en la alfombra una mujer cuidando de su hijo, en la lámpara hay jóvenes luchando. Pero me sigo preguntando; ¿Para qué luchan?, no lograrán nada, yo no les daré nada. Sé que bastará con torcer mi mano y darles lo que quieren, pero la vida no es fácil, ni menos para ellos. Desde pequeño supe que nací con suerte, pero nunca me di cuenta realmente y ahora no me queda más que aceptar que no todos somos iguales y que las gentes no entenderán mi depresión. Estoy encerrado en mi propia habitación, en mi propia cabeza y estallará.
No aguanto más y una lágrima sale de mis ojos, creo que lo más conveniente es saltar por la ventada. Dejo de escuchar los gritos, de oler la humedad y ver a las gentes, cuando el primer músculo toca el cemento gris de un Santiago podrido.

María Oyaneder

______________________________________________________________


Hace mucho no escribía porque no sabía de que...además los ánimos no están de mi lado como para crear cosas. Solo escribo para desahogarme y se entenderá luego de leer el escrito. Me gustaría que esto durara para siempre, pero nuestras cabezas se cansan y nuestros cuerpos piden un minuto de paz.

lunes, 20 de junio de 2011

Nada

Cuando te vayas el cielo será más azul ...y las grandes cordilleras taparan este gran eclipse que me da miedo mirar con los ojos cerrados.

martes, 14 de junio de 2011

Medios




La televisión encendida proyectaba un ruido ensordecedor.
La radio me invadía enteramente con melodías ingenuas.
El periódico tenía más de mentiras que las mismas realidades atroces.
El computador me decía que no debía salir de allí.
Un libro sobre la estantería me está esperando hace siglos para poder luego abrirlo y darme cuenta que no es más que otro cuento de hadas y princesas.
La tela quiere que la pinte, pero los óleos se escapan de la espátula y pinceles.
Un cuaderno solitario me mira desde un rincón, está conversando con un lápiz tinta negra, los contemplo por un segundo y creo que es lo que buscaba. Tomé la pluma y se convirtió en pensamiento y el cuaderno se abrió a mi imaginación. Luego de un rato me exclamó: "No esperaba a nadie más que a ti".



María Oyaneder
________________________________________________________

Extraño es percatarme que lo que acabo de escribir es lo que realmente
me está pasando. Volver e irme de aquí por un rato, no pido nada más que eso. ¿Es
que nadie logra comprender eso?

jueves, 19 de mayo de 2011

Espera

Él se sentó en un paradero, esperando la micro, quien sabe, solo se dedicaba a esperar todos los días en el mismo sitio algo que lo ayudara a salir de su vida, había escuchado muchas veces que cada uno crea su propia realidad, quería creer en eso, pero le costaba, siempre dudaba en que la gente le dijera la verdad. Pero allí estaba, calmado, mirando para la parte de adelante, viendo pasar a la gente que ya se había acostumbrado a verlo ahí.

Ella estaba en su casa, esperando a algo, o a alguien que la sacara de su cabeza de chorlito; su madre tendría miedo de que saliera a pasear por las calles de la gran ciudad a la cual habían llegado hace pocas semanas. Ella no tenía temor, solo se estaba volviendo loca dentro de una casa que no era la suya; las paredes nunca la habían representado menos, los colores claros la tenían aburrida, colores faltaban allí.

Nunca supieron como pasó, de un momento a otro, al cerrar los ojos y esperar nuevamente un siglo, al abrirlos se encontraron de frente el uno al otro. Se alejaron de un mundo aburrido y partieron a un universo que solo ellos conocerían jamás.

La madre lloró al no ver a su hija y los vecinos aun se preguntan donde estará ese chiquillo loco que solo se dedicaba a esperar.

María Oyaneder
__________________________________________________________

No puedo creer como se me dieron las ganas de escribir a estas horas de la mañana, en un día muy gris pero a la vez hermoso, me inyecto un poco con charly y nito...Es una necesidad de tenerlos cerca, queriendo su música...Quizás por eso escribo, para desahogarme, porque de algún modo u otro, siento que en cada relato estoy yo. Espero con ansias que mi realidad cambie, no quiero ser la misma persona más....
Muchas gracias por los que leen mis anhelos y pensamientos.

viernes, 22 de abril de 2011

Espejo

Me gusta caminar por las calles de una ciudad que solo algunos pueden conocer, entender a cada persona que encuentro mirando al cielo al igual que yo, sintiendo cada aliento de un viento amarillo que avisa que llega un invierno crudo, pero que hace reflexionar entre miradas inconclusas.
Cada cuanto he podido encontrarme con una historia en cada esquina que piso; no porque las esté buscando, puedo llegar a causar mucha impresión cuando descifro cada pista.
Desde pequeña he querido superar esto que ha echo que muchos niños se alejaran de mi, mi madre no entendía el porque tenía esta personalidad curiosa, y quiso internarme en un colegio de niñas. No pudieron conmigo, nunca tuve mucho respeto con las reglas y por decirlo de algún modo, pude manipular mis idas y venidas. Al crecer me dejaron ser tal cual soy, un alma perdida. Mi pelo ondulado escondido en una gorra marrón, mi abrigo de cotelé y mi bufanda oscura, me han dejado recorrer rincones de vuestra mirada que ni usted ha podido descifrar.

Fue en una de estas excursiones por Santiago, mientras caminaba por entre la música expuesta en los kioscos de revistas y periódicos, perdiéndome en mis propios pensamientos; en aquel tiempo solo contaba con 16 años en mi cuerpo y mi alma era un pequeño colibrí que dejaba escapar su imaginación.
Cuando me fijé en un hombre de estatura media, con un gran abrigo color caramelo, un sombrero inclinado hacia un lado y calzaba zapatos negros, manchados con un poco de barro. No iba apurado, solo caminaba al igual que yo, pareciese que no le interesaba nada más que seguir andando sin rumbo fijo.
Sus ojos color tierra demostraban que podría haber sido un artista, un músico, un pensador...filósofo...o tan solo un vagabundo.
Lo seguí y por una vereda atestada de gente comprando y vendiéndose. Dobló una esquina, lo seguí. Paró a comprarse unos cigarros, lo seguí. Caminó hacia la Alameda y allí paró.
Se dio vuelta y me miró con rabia, o quizás no, en realidad, no puedo acordarme de su reacción. Pues hace más de media hora se había dado cuenta que yo lo seguía. Le sonreí, pero él señaló hacia un lugar apartado, donde un grupo de personas veían como un pintor dibujaba en el suelo. Pude entrometerme entre la gente y observé lo que dibujaba aquel hombre. No pude más que sorprenderme cuando me fijé que el artista me dibujaba a mi, tal cual a mis 5 años.
Me senté a su lado, y al mirarlo a los ojos, era el mismo hombre a quien seguía, me asusté al mirar hacia arriba; no había nadie observando como cuando me acerqué. Pero aun seguía el señor del sombrero inclinado. Nunca pude entender el porque pasó eso, solo lo estoy relatando.
Antes de pararme e irme corriendo, el hombre parado como limosna soltó una lágrima al dibujo y con ello pagaría su estadía en el cielo.

María Oyaneder
___________________________________________________________________________

Hace mucho esperaba escribir esto, durante un tiempo creo que nunca pude hacerlo con la misma naturalidad de antes. Me pido perdón, pero no ordeno lo que tengo en mi vida como debería hacerlo. No puedo controlar a la gente que si me da inspiración y cometí muchos errores, que espero lograr entenderlos antes de no volver a cometerlos.

jueves, 10 de marzo de 2011

En el cielo, o algo parecido



Las grandes manzanas soplaron entre la luz y la sombra; el polvo se esparció por todo el espacio, las luciérnagas formaron parte de la oscuridad, se oía decir que fue porque ellas comentaron como había nacido dios.
Nada se escuchaba, el silencio se apoderó de todo el universo.
-Cada vez que cuento esta historia me preguntan y como fue que yo sabía eso, sabiendo que no había nadie, y que mi respiración era ya un leve sonido. Y les contesto: y que importa donde yo estaba, era el que flotaba tal cual como el agua en las grandes chimeneas-
Y el cielo se abrió, las nubes formaron la montaña, las estrellas se posaron entre los árboles y la aurora boreal se quiso entrometer en los ojos de aquel animal.
Aquel día se había autorizado para que todo lo nacido en el nombre de la naturaleza hiciera lo que se le plazca, nada tenía sentido.
-Les juro, si hubieran estado allí, se sorprenderían por las cosas más pequeñas-
Fue solo un momento de completa calma, porque el mismo silencio ya estaba aburrido de aparecer en las situaciones incómodas, se mandó a cambiar a un espacio reducido, en la cabeza de aquel loco, que miró la blancura de su habitación y fue feliz para siempre.
La luz quiso aparecer en la noche y la oscuridad al día, ya nadie sabía lo que ocurría. Gritaban que era el fin del mundo. Pero yo sabía que no lo era, por la mañana todo sería lo mismo.
Recuerdo haber visto a las aves nadar, los peces caminaban por los campos y los perros andaban por los techos.
Y quiero aclarar que fue ese día, donde todos se volvieron dementes, los humanos no soportaron tanto desorden, sus cabezas cuadradas no querían ver más. Las grandes mentes explotaron, algunos se mataron. Eran las 4 de la tarde y pocas personas quedaban en la Tierra.
-Si, pude ser uno de ellos. Pero...recuerdo que aquella tarde estaba debajo de un árbol, con mi cuaderno de cuentos, escribiendo como loco todo lo que ocurría a mí alrededor. Pero me dije: si todo está patas para arriba, este árbol puede hacer lo que quiera. Miré hacia arriba y las hojas no eran verdes. Me paré y pude observar que grandes mariposas ocupaban su lugar, de todos los colores, no aguanté más, quise tomar una, pero ella me miró con odio. No sé si ustedes sepan esto, pero a ellas les molesta que queramos tomarlas siempre. Recuerdo que se abalanzó contra mí, su larga lengua entró en mis oídos, sacando mi esencia por aquel lugar. Mientras caía al pasto pude notar que dejaba mi aura en el suelo y de allí nacía un árbol, donde empezaron a brotar pequeños bebés humanos.

María Oyaneder

______________________________________________________________
¡Tanto tiempo sin escribir!
Nunca llegó la inspiración necesaria, y este escrito vino..solo por querer escribir las mariposas en el árbol.
Esta próx semana empiezan las clases en mi u...y eso es genial. Estoy empezando una nueva etapa y espero aprovecharla...y claro, debo tener el tiempo para pasarme algún día por mi blog que lo tenía tan botado.
Muchas gracias a las personas que leen esto, para eso lo hago.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Otoño

Los pájaros partieron esa misma mañana cuando la primera hoja del árbol cayó al cemento. Se sintió desde lejos.

No habríamos notado nada, nunca nos habríamos dado cuenta que ya empezaba el otoño, todos teníamos la sensación de que el verano continuaría hasta el final de nuestras vidas. Pero fue ese acto, esa hoja que se esfumó, la letra de aquella canción, la maleta marrón de Laura, todo se iba para siempre.

Cuando llegó a finales del año anterior, pensamos que era un ángel traído de un paraíso muy alejado de nosotros, con su cabello al viento, su risa encantadora, acompañada con una guitarra arraigada de su pueblo.

Venía de muy lejos, de un lugar que nunca conoceríamos, pero nos llevó allí con sus historias y fábulas.

Nos sentábamos cada tarde de ese verano junto a su silla de mimbre, siempre pensé que a mi me sonreía con cariño, pero pronto me di cuenta que a todos los miraba igual. Para ella, el mundo era un barco, y siempre iba navegando por las cabezas de las gentes, como nosotros.

Nunca la vimos molesta, siempre respondía con aquellos ojos que nunca vieron rencor.

Laura tenía ese que se yo, que me hizo pensarla, no solo como una madre, sino, como una amante, amiga, hermana. Todo de ella era el universo.

Se iba terminando el verano, los atardeceres eran más frescos, nos debíamos ir a dormir mucho más temprano, éramos niños, ya empezarían las clases, el colegio, todo lo que no queríamos ser.

La noche anterior a que comenzara el otoño, nos fuimos a nuestras camas con una extraña sensación, sabíamos que no la volveríamos a ver.

Recuerdo que me desperté antes que todos, el día había amanecido nublado. Una extraña alegría reinaba en mi corazón. Debía estar triste, apenado con la partida de Laura.

Todos despertaron con ganas de llorar, pero yo era el único que entendía que aquella mujer no fue más que una brisa otoñal en un día de verano.

María Oyaneder


__________________________________________________________________

Quise ponerle de esto y aquello, con un poco de Casandra, mi sensación de vivir para siempre el otoño (amo esa estación), mis ganas de querer seguir en pie.
Se ha ido para siempre.