martes, 2 de agosto de 2011

Las gentes.

Un montón de gentes corriendo por una calle sin salida. Las gentes seguían a no se quien y yo sin hacer nada, mirando desde mi ventada, sonriendo.
Las gentes se amontonan frente a mi edificio, me piden ayuda y yo no se la pienso dar, es una pérdida de tiempo, de ganas, de seguir viviendo plácidamente en mi sillón acolchonado.
Me retiro de la ventada y sigo escuchando a las gentes gritar, correr. Me gustaría poder callarlos, solo porque ya no aguanto su bulla.
Prendo la televisión, de nuevo están las gentes; ¿que no me dejan en paz? Cierro los ojos y tapo mis oídos, estoy en mi propio mundo y claro, ya no siento nada. Pero sigo respirando y huelo humedad, el frío se apodera de mis pulmones. Que extraño, la chimenea está encendida y todo es tan tranquilo en mi habitación. Abro los ojos y me desespero, creo que no podré escapar tan fácilmente, las gentes comienzan a pegarle a mi edificio. Gritan consignas que me provocan náuseas, mi estómago está a punto de estallar, quiero salir corriendo. La pregunta es adonde, porque siento que están en todos lados, en mi sillón hay un niño hambriento, en la alfombra una mujer cuidando de su hijo, en la lámpara hay jóvenes luchando. Pero me sigo preguntando; ¿Para qué luchan?, no lograrán nada, yo no les daré nada. Sé que bastará con torcer mi mano y darles lo que quieren, pero la vida no es fácil, ni menos para ellos. Desde pequeño supe que nací con suerte, pero nunca me di cuenta realmente y ahora no me queda más que aceptar que no todos somos iguales y que las gentes no entenderán mi depresión. Estoy encerrado en mi propia habitación, en mi propia cabeza y estallará.
No aguanto más y una lágrima sale de mis ojos, creo que lo más conveniente es saltar por la ventada. Dejo de escuchar los gritos, de oler la humedad y ver a las gentes, cuando el primer músculo toca el cemento gris de un Santiago podrido.

María Oyaneder

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Hace mucho no escribía porque no sabía de que...además los ánimos no están de mi lado como para crear cosas. Solo escribo para desahogarme y se entenderá luego de leer el escrito. Me gustaría que esto durara para siempre, pero nuestras cabezas se cansan y nuestros cuerpos piden un minuto de paz.